lunes, 11 de mayo de 2015

Amar en estos tiempos es un acto revolucionario.
Edwin Chacón.
“La auténtica revolución tiene su base en el amor.”
Ernesto Guevara

Las paredes hablan, tienen su mensaje oculto, sus letras subversivas señalan puntos de vista a quienes pasan a su lado, la mayoría de veces indiferentes, pero este no es el caso. Una agrietada pintura se convierte en el reposo de un reclamo, atrapa una mirada e invita a la reflexión: “Amar en estos tiempos es un acto revolucionario”. Varias vivencias han de haber ocurrido para escribir estas líneas, eso no importa, el sentir y las cadenas rotas producto de ello sí.

El mensaje de la pared da mucho que pensar, a nivel personal dos escenarios emergen. El primero en donde no se dan las condiciones aptas para amar y un segundo en donde se generan prácticas que niegan cualquier tipo de amor, ambos son dos puntas de un mismo lazo, es decir,  el contexto y la acción diaria. Es un dilema casi elemental en cualquier etapa de la vida, talvez incluso superado para algunos, para otros son retos que nunca acaban,  debates que se presentan en distintos años, en condiciones muy diferentes, y lo que es más importante, con grupos de individuos que marcan tu vida.

Es en este ir y venir temporal en el cual se nota la influencia del momento en que creces. Ideas vagas, valores y falsas promesas que edifican al ser como inconexo con quienes le rodean, así como una batalla campal en donde se dice que prevalecerá el o la  más fuerte de fondo, se venden como verdades absolutas e innegables que dan poco espacio para la duda. Claro, porque dudar y  dar otro enfoque a la historia también es un determinante con el cual se lucha a diario. Es así que contemplar a los demás imposibilita una definición clara de un conjunto, casi que de un nosotros, si la palabra se me es permitida.

Completa lo anterior, prácticas diarias en la cuales lo primordial es la persona en sí, poco importa las relaciones que entablas, ni los efectos, cicatrices y desdenes que esto genere, parece ser el mensaje, todo es válido mientras el bienestar y satisfacción personal sean satisfechas. Tal como dije anteriormente, ambas puntas del lazo se conjugan para formar un nudo en el cual las condiciones que lo rodean siguen estáticas, pilares fundamentales para que nadie cambie, y, en el fondo perseguir y justificar relaciones desiguales de dominación. Es acá dónde uno se pregunta “¿Qué clase de amor es este que sirve de base para la desigualdad?”.

La respuesta se presenta como una práctica y fuente estática que se niega a ver otros artificios, denigrándoles, haciéndoles ver como lo ajeno, los pecados de los tiempos modernos, dicen algunos, la perversidad en sus más distintas formas; es acá donde se recuerda que ninguna promesa de cambio viene acompañada de tareas sencillas que no ameriten un sacrificio  personal, y en el mejor escenario, uno colectivo. Acá, la apuesta es otra.

Si, una apuesta, un todo o nada para quien escribe éstas palabras. Lejos de definiciones teóricas y rebuscadas, estas palabras son escritas desde el sentir, un sentir que no soporta la utilización de cuerpos y esperanzas para fines individuales, un sentir que clama por un cambio, sí, un ridículo espectro de amor que busca la liberación, porque no se puede decir que se ama si se tiene como condición el sometimiento de personas a voluntades que no son las propias.

Creo, que ese es el amor revolucionario. Haciendo una arriesgada analogía con las enseñanzas de un querido profesor, al igual que el machismo de derecha y el de izquierda no son iguales,  ya que el primero es consecuente con la explotación de hombres y mujeres para satisfacer fines perversos, el segundo se diferencia de éste por estar sustentado en promesas de bienestar mientras que al mismo tiempo  arrodilla, agrede, somete y hasta mata a quienes dice proteger, convirtiendo así a sus ejecutores en los  peores traidores existentes, así de radical es la línea que separa un amor tradicional-estático al revolucionario.

Un sentimiento de inmenso deseo por la transformación de las estructuras que violentan a las personas, acompañadas de prácticas individuales de respeto, ajenas a cualquier idea de posesión, paternalismo o maternalismo –según sea el caso- han de ser coherentes en cada paso, en cada marcha, en cada verso, en cada beso, en cada abrazo , en cada encuentro montando un ritmo que resuene en lo más profundo del temor al cambio. En ello, no dudo que habrá contradicciones, y sé que las hay, de quienes en nombre de este cambio sostienen sogas, flagelo y dolor, pero esto no es nada nuevo, ni se erradicará en un latido, pero si costará de muchos para no caer en la desesperación.

Acá no se trata de señalar, ni de culpar, sino de expresar una idea aferrada y oculta en esta dicotomía razón-sentir. De momentos oscuros de derrota a escaladas súbitas de esperanza que valida hoy, cada vez más las palabras de Don Ernesto: “La auténtica revolución tiene su base en el amor.” Es con esa idea, que muchos pasos serán marcados, una moneda será lanzada al aire, algunos “te quiero” serán susurrados en un trecho nuevo, porque al fin y al cabo no son los caminos los que determinan nuestro destino sino que éste es forjado con nuestro andar.

Marcha de las Putas, San José, Costa Rica 2011.



domingo, 29 de marzo de 2015

Vivienda de Interés Social o Vivienda Popular: alternativas de liberación


Vivienda de Interés Social o Vivienda Popular: alternativas de liberación

Edwin Chacón Muñoz[1]
Resumen: El presente documento se enmarca  en el Segundo Congreso Ideológico José Merino del Río; amparados en este escenario se pretende debatir acerca las soluciones de vivienda para los sectores de menores ingresos mediante la actual reflexión. En este sentido, se busca exponer la manera en que las políticas de vivienda de interés social surgidas a inicios de la década de los noventa contribuyeron al desmantelamiento de grupos populares organizados en décadas anteriores, los cuales bajo la consigna de una vivienda digna generaron un tejido social que presionó a las autoridades de su momento  a abordar el tema. Sin embargo, como se detallará en las siguientes páginas, el clientelismo político del Partido Liberación Nacional utilizó esa organización para beneficios clientelistas. Teniendo en cuenta lo anterior, el Partido Frente Amplio ha de debatir acerca el modelo de vivienda impulsado por la política nacional y la manera en que, dado el caso de un eventual gobierno, se relacionará con grupos organizados.

Las soluciones habitacionales para los sectores de menores ingresos han sido una preocupación constante para las clases políticas tradicionales. La primera acción estatal en esta materia data de 1904 cuando se aprueba el reglamento que regulaba los entonces conocidos Chinchorros.[2] A partir de ese momento la atención estatal se ha transformado en función de la complejidad del sistema, las demandas planteadas por grupos organizados, y, por supuesto, criterios políticos que suelen dificultar el trabajo al dejar de lado las recomendaciones técnicas al respecto, o lo que suele ser peor aún, la utilización de grupos organizados en miras de obtener un caudal político en miras a ganar  elecciones.
Históricamente la izquierda costarricense no ha obviado el tema. Desde los años cuarenta, cuando se presenta las dificultades económicas para girar dinero a la Junta Nacional de la Habitación, el Partido Vanguardia Popular junto a la Iglesia Católica levantan la voz ante las condiciones que agobiaban al pueblo costarricense, que junto a los llamados  y presión pública expusieron lo limitado de las acciones gubernamentales de ese entonces.

[…] parte del discurso político de los gobernantes, en una continuidad de los ofrecimientos de campaña de algunos candidatos […] La realidad demuestra que la acción de gobierno fue muy limitada ante la dimensión del problema, por lo que gran parte del discurso gubernamental y político se convirtió en demagogia o no pasó de las buenas intenciones. (Elizondo Calderón, 2009, pág. 154).
Pese al utilitarismo partidario en el cual fue usado el tema de la vivienda, el departamento de la Habitación logró ejecutar proyectos de mayor amplitud y planificados dirigidos a la población meta. El trabajo realizado en ese entonces fue crucial para que en 1949 fuera incluido en la nueva Constitución Política el acceso de la vivienda como un derecho y por ende, la responsabilidad del estado en la construcción y promoción de las soluciones habitacionales.

Es así desde ese entonces que  en Costa Rica se habló de fomentar las viviendas populares, acción que se consideró revolucionaria ante la alarma de los sectores conservadores, tal como lo menciona el Reverendo Presbítero Benjamín Núñez, entonces Ministro de Trabajo y Previsión Social.

Sobre ese problema es ir creando una filosofía de avanzada social, que bien puede considerarse de revolucionaria ante los conceptos de carácter comercial prevalente con que hasta ahora se ha enfocado el problema de la vivienda. Sobre si bien a primera vista pudiera alarmar a círculos conservadores, ya ha venido siendo adoptado implícitamente por casi todos los gobiernos del mundo en sus disposiciones sobre la vivienda popular. Ese principio sería: la vivienda popular no debe considerarse como un negocio particular. La provisión, en consecuencia, de la vivienda popular ha de considerarse como de interés público, y, en tal capacidad, ser sustraída de las leyes frías de la libre empresa para ser atendida, regulada y hasta realizada por el Estado. Este principio es una derivación a un campo específico de la función social del Estado reconocido como postulado político de las naciones americanas. (Caja Costarricense del Seguro Social. Departamento de la Habitación, 1949, pág. i)
El anterior espíritu se encarnó en el accionar institucional costarricense con la creación del INVU en 1954 y posteriormente con la creación del Ministerio de Vivienda en 1979. En este contexto adquiere principal relevancia la presencia de movimientos sociales en la década de los setenta, y es precisamente en ésta década donde se  presenta la primera definición documental del concepto de Vivienda Popular en Costa Rica, éste es planteado en un seminario organizado por el Colegio de Arquitectos y en el cual los aspirantes a la presidencia para las elecciones de 1978 plantean sus propuestas para hacer frente al problema de vivienda en nuestro país. En ese escenario Rodrigo Gutiérrez, candidato por el Partido Pueblo Unido quien la define de esta manera:

[…] para nosotros la vivienda popular, es la casa donde el ser humano, la familia, adquiere su máximo desarrollo espiritual, sicológico, biológico y que concebimos entonces el concepto de vivienda popular íntimamente ligado a la solución del problema educativo, la solución del problema de trabajo, a la solución del problema del descanso y la recreación, a la solución del problema del desarrollo espiritual del hombre. (Colegio de Arquitectos, 1977, pág. 9).

Llama la atención que la anterior definición rescata la vivienda como una solución que hace frente a múltiples problemas, no se limita al hacinamiento y a las condiciones insalubres, por el contrario, en sí misma la rescata, brevemente, como un elemento de posible liberación ante las soluciones brindadas en la época por los sectores dominantes.

Lo anterior recobra un carácter importante en el discurso del señor Gutiérrez, ya que él posiciona esa visión de la vivienda en contraposición a las alternativas brindadas por los sectores dominantes/hegemónicos de la época: casas de bajo costo que albergue a una gran cantidad de personas. Esta noción de la Vivienda Popular tiene similitudes con las formulaciones realizadas en Latinoamérica en el mismo periodo, las cuales ligan estas soluciones a la migración campo-cuidad y a los sectores empobrecidos.

A pesar de dicha propuesta. En la década de los setenta se presenta una crisis económica donde Rodrigo Carazo intentó incentivar la construcción como medida para afrontar el debacle económico, proponiendo el Fondo Nacional para la Vivienda Popular.

“… una de las formas más viable de hacer menos vulnerable nuestra economía a la situación que se avecina (depresión económica), consiste en la intensificación por parte del gobierno de la construcción de obras públicas. Aquí la construcción intensiva de vivienda para los próximos años puede ser uno de los paliativos más eficaces para asegurar los empleos existentes y crear nuevas oportunidades a la población que año con año aumenta las filas de los económicamente activos. (Memoria del INVU citada por Richards, Tosatti & Valle, 1976, pág. 24).
No obstante, la encargada de edificar las viviendas sería la empresa privada no el Estado, al cual únicamente le correspondería brindar un flujo de capital para hacer más rentable la inversión privada. Sin embargo la propuesta no se limita a la vivienda popular.

La intención de este fondo es clara, activar el mercado con fondos públicos, para ello limitarse a la vivienda popular sería contraproducente, la iniciativa va más allá, ya que toma en cuenta viviendas para otros sectores de la sociedad, las llamadas media y alta. La anterior posición lejos de representar a los grupos excluidos, sintetiza los intereses de un sector dominante que pretende sacar provecho a partir de una necesidad concreta de las personas, en consecuencia, la intervención estatal está justificada en tanto no implique pérdidas para las empresas privadas que lleven a cabo esa labor. La magnitud del proyecto generó controversia en su momento evidenciadas en la siguiente cita.

Resulta interesante apuntar cómo, en el curso de la polémica, los sectores que se oponen al proyecto proponen adjudicarle al Estado exclusivamente el papel de adecaudor de la infraestructura […] Por otro lado, detrás de una pretendida intención de resolver el problema social del país se esconde la necesidad que tiene la clase capitalista de aumentar constantemente el volumen de sus inversiones. (Lungo, Richards, Tosatti, & Valle, 1976, pág. 26)

En todo caso, la propuesta no encarna la noción de popular que se describió líneas atrás, tan solo conserva el nombre en aras de generar ganancias que deriven del uso de una necesidad puntual; no es una iniciativa liberadora, no es formulada por quienes viven la carencia de vivienda en su día a día, en síntesis, es una iniciativa oportunista gestada por un grupo hegemónico que desea aumentar su capital. ¿Qué pasó con la otra cara de la moneda? Se organizaron y así surgieron los comités de vivienda.

En la misma década de los setenta, y ante la ineficacia del programa lotes y servicios, diversos grupos de la sociedad civil empezaron a organizarse en pequeñas organizaciones llamadas Comités de Vivienda, los cuales tenían como finalidad conseguir partidas específicas a diputados para adquirir un terreno. Su historia y desenvolvimiento en los años siguientes tuvo varios altos y bajos, que culminaron con su extinción, en las siguientes líneas se buscará puntualizar en los aspectos más relevantes.

Uno de los momentos a destacar es la consolidación nacional de este tipo de organizaciones se presenta el año de 1981 surge COPAN como una entidad que organizó las luchas de diversos comités de base, principalmente en el área central del país. Este nivel de organización llamó la atención de dirigentes del Partido Liberación Nacional, partido que imitó esta fórmula creando sus propios comités.

Al ver el éxito organizativo logrado, el Partido Liberación Nacional, entonces en la oposición, montó su propia estructura de comités de vivienda durante la campaña electoral de 1982, llamada el Frente Democrático de la Vivienda. Al ganar las elecciones de 1982, hubo un intento de convertir la solución de la vivienda nuevamente en parte del “botín político”, como había sido tradicional. (Morgan Ball, 2001, pág. 8).
La clara intención de hacer de las soluciones de vivienda un botín político fracasó, el Estado no contaba con una estructura debidamente organizada para llevarlo a cabo, y, el único programa existente (lotes y servicios) continuaba sin financiamiento. Durante este lapso el comité de vivienda liberacionista se limitó a organizar la invasión de propiedades estatales, tarea marcada por un claro oportunismo, ya que se hizo con el respaldo del partido que les respaldaba y al mismo tiempo gobernaba. Pese al claro interés de favorecer al partido más que a las personas que carecían de vivienda, la iniciativa liberacionista no pudo desplazar a COPAN, constituyéndose ambos como actores a considerar en las elecciones presidenciales de 1986.

En las siguientes elecciones un candidato atrajó la atención de COPAN y del comité liberacionista con su promesa de 80 000 viviendas: Óscar Arias Sánchez. El anterior ofrecimiento produjo, entre otras variables, que dicho personaje ganará las elecciones, no obstante, el lapso temporal que distanció la elección y la posterior toma de posesión se gestó un hecho que marcó la política de vivienda de su gobierno.

Entre la elección de Arias y su toma de posesión, hubo un acontecimiento de mucha trascendencia en las acciones inmediatas en el campo de la política de vivienda del nuevo gobierno- la masiva invasión de los terrenos de Los Guidos (propiedad del Estado) por los dos frentes de vivienda vinculados con el Partido Liberación Nacional –el Frente Democrático de Vivienda y el Frente Costarricense de Vivienda […] la invasión se prolongó durante más de 8 meses, llegando a ocuparse toda la finca, con más de 3. 000 familias. (Morgan Ball, 2001, pág. 9).

La invasión del terreno de Los Guido tuvo una particularidad, con la edificación de nuevas viviendas informales se evidenció la carencia de infraestructura y servicios urbanos que facilitasen el diario vivir de las personas a lo interno de la localidad. Esta condición facilitó que el gobierno de Arias declarara el problema de la vivienda como emergencia nacional fomentando el trabajo del estado con diversas organizaciones que agruparan a personas con carencia de una vivienda55, iniciativas donde se destacó las alternativas de autoconstrucción. El nuevo accionar estatal no se limitó a esta modalidad de construcción ya que se amplió a la creación de nuevas instituciones que conformaron lo que hoy se conoce como el Sistema Nacional de Vivienda (SFV).

Con la instauración del SFV se generan las condiciones para que el Estado cumpla los roles de supervisar y financiar mientras que la empresa privada edifica las soluciones habitacionales, elementos favorables a un sector hegemónico que desde más de una década atrás propusieron un sistema similar usando como telón de fondo la vivienda popular. En ambos casos, y como se puntualizó líneas atrás, las alternativas no contemplan el carácter liberador ni respetan la autodeterminación de los sectores que carecen de vivienda, no, la nueva ventanilla finalmente posibilita el lucro de empresarios a partir de una carencia material, la cual es solventada aparentemente por el Estado, cuando en el fondo lo que promueve es la visión de la vivienda como una mercancía y no como un derecho.

De este modo, emergen materialmente un conjunto de factores que favorecen la imposición de una forma de solucionar un problema de parte de grupos que no lo viven y cuyo único interés es lucrar con la solución. Es evidente que los sectores que precisan de la vivienda no poseen la capacidad de pago y ahorro, con la nueva institucionalidad esta limitante es superada abriéndose el preámbulo para el negocio. La cereza en el pastel es el silencio e inexistencia de los grupos organizados, meta alcanzada en la administración de otro gobierno liberacionista liderado por José María Figueres Olsen.

La caída de los comités de vivienda inicia en el preámbulo de las elecciones de 1994 cuando se politiza el subsidio de vivienda por parte de partidos políticos, puntualmente, el Partido Liberación Nacional, ofreció documentos como respaldo de un posible bono, en consecuencia, cuando Figueres asumió la presidencia cerca de 300 000 familias contaban con escritos que les otorgaba el derecho a bono. La consecuencia final de esta irresponsable promesa de campaña fue la distorsión del sistema57 de otorgamiento del bono, lo cual sumado a proyectos en desarrollo destinados a familias de grupos organizados imposibilitaron en un primer momento cumplir la promesa de campaña. La solución al dilema se encontró en una fuerte campaña de deslegitimación por parte del Estado hacia los sectores organizados encabezada por el Ministerio de Vivienda, el Instituto Nacional de Vivienda y la Defensoría de los habitantes.

Esta campaña tuvo varias vertientes. Por un lado empezaron a aparecer artículos en periódicos nacionales con denuncias sobre estafas cometidos por algunos líderes comunales. Por otro lado, voceros del Ministerio de Vivienda ofrecían declaraciones en el mismo sentido. Así nació la campaña contra los “zopilotes de vivienda”. En ese contexto surgen agresiones de personajes institucionales contra asociaciones de vivienda de gran revuelo periodístico, Víctor Evelio Castro, entonces el Presidente Ejecutivo del INVU, convoca a la prensa y desaloja, el personalmente junto con una gran contingencia de policía, a la Asociación Coordinadora de Lucha por una Vivienda Digna… La Defensoría del Habitante también participó en esta campaña, al publicar un informe con graves denuncias contra COPAN, recomendando la intervención de varias instituciones, incluyendo la Contraloría de la República y el Colegio Federado de Ingenieros y Arquitectos, además de incitar a Sistema Financiero Nacional para la Vivienda a declarar a esta organización como 2contratista inconveniente”. (Morgan Ball, 2001, pág. 33).

Las denuncias de los diarios acompañadas del respaldo de las autoridades institucionales tuvieron gran eco en la sociedad costarricense de ese entonces, no obstante, resulta interesante que pese a todo, no se realizaron denuncias concretas ante el Ministerio Público en contra de las organizaciones de vivienda. Aunque las demandas legales no se presentaron, toda la campaña sirvió de excusa para paralizar los proyectos que se estaban realizando e implementar un mecanismo para otorgar subsidios, acción protagonizada por los políticos en las Comisiones Cantonales de Vivienda58 que designo la prioridad de otorgamiento en cada cantón del país. Estas estrategias dirigidas y ejecutadas por el Partido Liberación nacional tuvo como consecuencia la desaparición de los grupos.

Ante la desaparición de los grupos organizados la utilización de la necesidad de vivienda ha continuado, el surgimiento de zopilotes de vivienda ha continuado, con una lógica distinta, en lugar de organizar a las comunidades para que éstas desarrollen sus proyectos se busca a grupos de personas que carecen de vivienda para pedirles dinero para que éstas persona haga supuestos trámites ante la institucionalidad costarricense. Esto no implica que las gestiones se hagan, incluso, puede que la extorsión llegue al punto en que obliguen y amanecen a una comunidad a tomar terrenos donde nos viable construir para luego desaparecer cuando las autoridades señalan los potenciales riesgos de edificar ahí, claro, ya el cobro de cuotas fue hecho y las promesas no llegaron a reflejarse en una vivienda.

Estos antecedentes configuran un sistema de vivienda orientado a Ante la desaparición de los grupos blindar a empresas privadas tal como lo demuestra el siguiente cuadro.

Tipo de política de vivienda
Principales características
Políticas tradicionales de vivienda de interés social
Estado participa como diseñador y urbanista.
Uso de fondos públicos.
Subsidios de vivienda a precios inferiores a los del mercado

Políticas de vivienda social orientadas al mercado
Estado como ente regulador, promotor y subsidiador.
Empresas privadas se encargan de la construcción y del giro del dinero.

Se divide en tres tipos:

1. Subsidio a la demanda de la vivienda: Los subsidios permiten a la familia ir al mercado a comprar su vivienda, la cual debe cumplir ciertas características; es una política focalizada.

2. Ahorro precio y otros aportes de los beneficiarios: La familia debe generar un aporte al financiamiento de sus viviendas, puede ser, ahorro previo, lote, materiales de construcción o su mano de obra.

3. Crédito para vivienda en condiciones de mercado: Al ser personas calificadas como riesgosas por los bancos, se genera el incentivo de un mercado dirigido a la vivienda de interés social.
Fuente: Elaboración propia a partir de Políticas de vivienda de interés social orientadas al mercado: experiencias recientes con subsidios a la demanda en Chile, Costa Rica y Colombia.
Pese a configurar el aparato estatal para satisfacer la demanda de las empresas privadas, o bien hacer fructífero el negocio para unas cuantas, los grupos organizados de vivienda aún existen, limitados ante un sistema financiero de vivienda rígido que limita su accionar en el marco de reglas que no les benefician, ni les consideran como parte activa de la formulación de proyectos reivindicativos . Pese a esta limitación personas en las comunidades se unen para buscar solución a su necesidad, muchos factores pueden motivar estas uniones: desconocimiento del sistema, promesas de políticos y zopilotes, cansancio de dichas promesas, entre otras, hacen que la noción de lo popular tenga alguna pequeña posibilidad hasta encararse con el sistema: aún hay intenciones claras de  mejorar las condiciones de vida, de liberarse de las limitaciones que ha gestado una historia de política pública que solo ha contemplado a esta población como una justificación de negocio. En tal escenario surge una interrogante: ¿qué posición tomar ante esta realidad que se puede presentar el Partido Frente Amplio al tratar con estos sectores, ya sea en los aspectos más técnicos de una organización o en puestos de toma de decisión?

Como partido el Frente Amplio aduce en sus estatutos ser una organización popular[3] en donde abre sus puertas a otros actores sociales. EL autor Helio Gallardo expone que al sector  popular lo caracteriza por sufrir las asimetrías de un sistema que atenta contra sus condiciones de vida[4], tal como se ha expuesto  hasta el momento, los sectores en busca de una vivienda digna en nuestro país sufren dichas asimetrías, no obstante como partido hemos de analizar coyunturalmente a cuales intereses responden esos grupos, esto debido a que pueden ser utilizados para proteger un negocio viciado, tal como ha mostrado sectores del Foro Nacional de vivienda.

Al año del 2014 existen diversos grupos organizados pro-vivienda que, tal como pasó con el Frente Democrático de la Vivienda en los ochenta, son manipulados para proteger los intereses de compañías constructoras, particularmente esto pasa con el denominado Foro Nacional de Vivienda creado en el lapso de transición del gobierno de Laura Chinchilla al de Luis Guillermo Solís. La finalidad de estas agrupaciones es velar por  de las compañías constructoras -o bien intereses políticos cuando éstos se apuntan- ante la transición a un gobierno de “supuesto cambio” que plantea la posibilidad de  una ruptura con la política tradicional de vivienda. Queda entonces, al profesional saber identificar cuándo la población está siendo manipulada en función de la defensa de la empresa privada por encima de la satisfacción de su necesidad.

La identificación de esta dinámica se posiciona como un primer paso relevante para no reproducir mediante la labor profesional más amarras a la direccionalidad de sus iniciativas. Otra tarea importante es el respeto y promoción de la autonomía que las nuevas agrupaciones contengan[5], de modo tal que propuestas innovadoras surjan en aras de modificar el sistema, tal como está siendo el ejemplo del Cooperativismo de Vivienda de Autogestión, Ayuda Mutua y Propiedad Colectiva desarrollada por COVIFUDAM en la Carpio.
En este sentido, se proponen para el partido x propuestas puntuales:

 1. Formar una Secretaría o Comisión en materia de Vivienda con un grupo de expertos a los cuales el partido como organización pueda recurrir, coordinar y consultar en materia de grupos organizados, vivienda de interés social y ordenamiento territorial, así como entidades o empresas que validan la vivienda como un derecho más que una mercancía. Al respecto es importante destacar y rescatar los aportes que a nivel de fracción parlamentaria ya han hecho en torno al tema.

2. Ligado con lo anterior, al momento de tratar con grupos organizados brindarles la guía en su proceso, lo cual no implica dictarles una línea o mandato de su deber ser como organización, sino recomendaciones a implementar en aras de mantener la autonomía de la agrupación.

3. A nivel de formulación de políticas públicas se recomienda  apoyar las iniciativas que surgen a partir de grupos de la sociedad civil que son innovadoras en un contexto rígido que limita el accionar estatal, tal como es el proceso del plan piloto de Cooperativismo de Vivienda de Autogestión, Ayuda Mutua y Propiedad Colectiva desarrollada por COVIFUDAM en la Carpio, el cual en su momento requerirá modificaciones a  nivel de ley para el funcionamiento del modelo.
 4. En caso de gobernar, establecer espacios de diálogo entre los distintos actores involucrados en donde se defienda la premisa de la vivienda como un derecho más que una mercancía.

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[1] Bachiller en Trabajo Social y actual estudiante de la Maestría Profesional en Vivienda y Equipamiento Social.
[2] Según Montoya y otras “El “Reglamento sobre chinchorros y casas de vecindad” se considera el primer antecedente sobre asunto de vivienda. Fue puesto en vigencia por Decreto Ejecutivo No. 1 del 4 de abril de 1904. Tenía como finalidad sentar algunas regulaciones en cuanto a construcción, mostrando preocupación por el aspecto sanitario.” (Montoya Montoya A. , Morales Carvajal, Vargas Marín, & Solano Solano, 1976, pág. 7).
[3] Particularmente en el artículo cuatro.
[4] Sectores populares son todos y cualquier grupo social que sufre asimetrías (dominaciones) sistémicas en nuestras sociedades. Son populares, en este sentido, las mujeres porque sufren la dominación patriarcal o machista. Esto ocurre objetivamente y por el momento no resulta importante si un sector de estas mujeres, o todas ellas, se acomodan a esta dominación. O sea, que no la experimenten como sometimiento. Otro sector popular son los pequeños campesinos. Desde luego, las minorías o mayorías indígenas, rurales o urbanas. El más clásico, los trabajadores asalariados (productivos y no productivos, los “clásicos son los primeros) también conforman un sector popular. Los ciudadanos, o grupos de ellos, bajo ciertas condiciones, pueden ser considerados un sector popular. Cuan se es objeto de dominaciones sistémicas, se es objetivamente un sector popular. Llamo a estos sectores, pueblo social. Es un concepto o categoría porque ya hemos visto que en la práctica se configura mediante grupos que sufren diversas asimetrías […] Todas ellas son sistémicas, o sea necesarias para la reproducción del sistema social, aunque se expresen situacionalmente. (Gallardo, 2014, pág. 2)
[5] A ustedes les toca contribuir a detener la desagregación de los sectores populares y potenciarlos para que su autonomía, autoestima y esperanzas crezcan dentro de ellos. (Gallardo, 2008, pág. 5).

viernes, 2 de agosto de 2013

Laura y su "inversión" en la Virgen de los Ángeles

¿Qué es ser hombre, ser mujer, qué ser y que no ser? ¿Vivimos en una dicotomía? ¿Son naturales nuestros comportamientos, o son construidos?

Las anteriores preguntas surgen del debate e introspección que fomentan los senderos del tema de género; los cuales trascienden los márgenes de los textos cuando los y las lectoras se dan cuenta que son protagonistas de la trama de una historia de dolor, flagelo y falta de liberación; trama que al fin y al cabo, puede ser modificada por ellos y ellas mismas. Historia limitada por márgenes patriarcales que nos dicen que ser y que no ser.

A pesar de ello, la idea de cambio  es una premisa que muchas instituciones y entes  rehuyen; esperanzados en mantener posiciones de poder respecto a la sociedad,  generan  pactos y alianzas que usan a conveniencia para manipular mensajes cuya finalidad se distorsiona para favorecer a unos cuantos pocos que han sacado provecho de su manipulación.

Los grupos temerosos de nuevas ideas forman parte de en un contexto en el cual influyen varios factores, personajes, y hasta creencias religiosas; que han configurado los diversos roles de género, y percepciones que las personas ostentan de éstos. En consecuencia, la dinámica que se presenta entre estos es digna de analizar, más aún si se devela la forma en que el uso de un discurso destinado a un gran sector culmina en su propio de instrumento de manipulación y dominación.

El caso costarricense es bastante peculiar, la religión católica es dominante en el país, y en años cercanos ha sido orientada a ser un discurso que valida a un sector político, generando repercusiones en el ámbito económico y social. Particularmente resalta el caso de la presidente Laura Chinchilla a quien la misma Iglesia Católica denominó en el año 2010 como la "Hija predilecta de la Virgen" de los Ángeles, patrona nacional.

Al inicio, dicha denominación significó una forma de validación de la Iglesia Católica a una mandataria que auguraba generar grandes cambios en el país; la primera mujer presidente, la cual estaba rodeada de grandes expectativas; al ser electa, varias personas esperaron que rompiera con formas de gobernar de sus predecesores; incluso, hubo quien pensó que al ser mujer su accionar sería distinto. Las posiciones variaron dependiendo de las personas que emitieron su voto, algunas justificaron el mismo bajo la premisa de que al ser mujer el rumbo del país sería otro; otras lo vieron como una gran conquista para las mujeres.

Dentro de las acciones esperadas con anhelo  se encontraban posturas que  validaran más a las mujeres, y una tímida luz de esperanza se generó en torno a los proyectos como la fecundación in vitro, reconocimiento a las uniones de las personas sexualmente diversas, entre otras.

Sin embargo, la posición de la mandataria, fue muy distinta, decantando en la reproducción de valores conservadores que mantienen el orden social y económico; la hija predilecta, no condujo ningún cambio, incluso, en lugar de representar a una hija de María comprensiva, se convirtió en oídos sordos ante el malestar y reclamo de la población.

Las ansiadas esperanzas se fueron esfumando con cada avance del reloj, con cada acción desperdiciada. Es entonces, que resulta interesante detenerse un momento en contemplar la forma en que la validación "mariana"  fue utilizada para generar apoyo a un proyecto político que se ha erigido como ofrenda a sectores económicamente favorecidos,  en lugar de acciones liberadoras en los ámbitos materiales e ideales para las clases golpeadas por el capitalismo.

Recurrir a la fe religiosa del pueblo costarricense para usarla en propio beneficioha sido una estrategia nada novedosa; las alianzas entre gobiernos del orbe con la Iglesia Católica tampoco, no olvidaremos las palabras de Videla al aceptar que dicha institución prestó sus servicios a las acciones macabras realizadas por este personaje en Argentina.

Las estrategias que contienen estos factores han generado una preservación del orden económico e ideas conservadoras acerca los roles sexuales de la población, una doble cadena que somete a las personas sexualmente diversas, e incluso, a quienes han cuestionado su heterosexualidad aventurándose a nuevas definiciones de masculinidad y feminidad alternativas.

 Dentro de esta dinámica llama poderosamente la atención como dicho accionar permitió la ya mencionada validación y la forma en que  Laura  no rompe con patrones de conducta o de género que se esperaron alguna vez de ella, culminó representando a los sectores conservadores del país.

La razón de ser de lo anterior corresponde a los intereses de clase que ella persigue, o bien dicho, los intereses económicos del grupo al cual representa; en su libro "La Teología Indecente: Perversiones teológicas en sexo, género y política" Marcella Althaus-Reid, describe como en una sociedad, en la cual conviven varios discursos simultáneos de  feminidad y masculinidad que compiten por la hegemonía, la mujer puede obtener grandes dividendos al apoyar a un sector que le presente los mayores beneficios, lo cual implica un inversión por parte de ella.

Sin embargo esos beneficios dependen en buena medida de la condición social de la persona, por ejemplo, a las mujeres empobrecidas en Latinoamerica, optar por un culto a María puede implicar beneficios en aras de obtener una satisfacción emocional ante las carencias materiales;  lo cual va de la mano con las nociones de ser buena madre, ideas que han sido construidas alrededor de la dicótoma virgen/puta. Según la autora:

Invirtiendo en la Virgen, la mujer pobre evita ser clasificada como puta, significando con ello la que consta públicamente como aliada con un poder desviacionista o subversivo. Y esto ocurre en un continente donde la subversión sexual suele ir asociada con terrorismo político. (Althaus-Reid 2000, pág. 78).

En ese sentido los rituales marianos se convierten en una forma de satisfacer o desviar la atención de las carencias materiales de las mujeres; situación similar en el caso del uso discursivo que ejecuta la presente administración: a una población cuya reproducción material de vida se ha hecho más tortuosa por las acciones gubernamentales, se desvía la atención cada Romería a aspectos relacionados con la fe, de modo que puedan olvidarse de sus limitaciones económicas.

De este modo, la fe no se convierte en un agente catalizador de liberación, por el contrario es usado por sectores hegemónicos como un placebo, el posible contenido liberador es obviado para promover la manutención comodidad de aquellos que se benefician de esta práctica. Ésta práctica encadena cada vez más a quienes viven sus efectos en carne propia; sin embargo, los mismos no se limitan a lo anterior,también influye en las concepciones de lo que es ser mujer, hombre y otras alternativas.

Su relación con el  tema de género también resulta interesante; según la autora, en el culto a la Virgen María, se  caracteriza por  la forma de sus representaciones, en las cuales se muestra un cuerpo fragmentado de la mujer cuyo aspecto más sobresaliente suelen ser la cara, sus manos y ojos, es decir una figura asexuada. Dichas formas de concebir a una mujer ideal y no material por medio de la religión generan consecuencias tanto para los hombres como a las mujeres.

Los ojos de las mujeres latinoamericanas aparecen siempre sumisos frente al hombre, cuya mirada nunca sostienen a menos que la mujer en cuestión sea fácil e indecente (sexualmente desviada). Ahí reside el Meollo de la metáfora con ojos de mujer en Latinoamérica: marca los límites y regula las transgresiones sexuales femeninas. (Althaus-Reid 2000, pág. 60).

De este modo, la forma de ser mujer queda enmarcada en una representación que no refleja la experiencia humana de la sexualidad, lo cual ha interferido en conceptualizaciones políticas y sexuales de ésta y en las identidades genéricas. En efecto, la construcción de la sexualidad y roles genéricos  quedan subordinados a la naturalización de quienes aprovechan del uso del discurso a su favor.

Hemos de discernir la construcción de la sexualidad y los roles genéricos en Latinoamérica como subordinados políticos que han sido naturalizados por procesos de colonización en el orden sexual de Dios, de la Virgen en el continente. No es lo que dice el dogma lo que afecta a la gente, sino la cruda relación con la teo-ideología de la Virgen María, que ha conformado nuestro sentido común y limitado nuestros círculos hermenéuticos. (Althaus-Reid 2000, pág. 63).

Las construcciones de feminidad y masculinidad quedan  relegadas al uso del discurso, su apropiación y divulgación de quienes buscan beneficiarse del mismo; de este modo, temas esperados como al fecundación in vitro, al momento de debatirlo se encuentran con trabas de diversos grupos que señalan aquellos comportamientos como una afrenta al orden natural de las cosas, y por su puesto a sus creencias.

El caso de la presidenta  hay una distinción muy importante que realizar;  a diferencia de las mujeres que buscan consuelo en el culto mariano debido a sus limitantes materiales, ella no se presenta como mujer empobrecida, por el contrario, representa a uno de los sectores económicamente mejor acomodados de Costa Rica.

Su inversión es distinta, el uso de la figura de la Virgen conlleva como dividendos distanciarse de la noción de una mujer rebelde o loca que acapara el poder ante los ojos de la población, lo que con lleva como efecto la reproducción de los roles genéricos, y la simpatía de un sector importante que no cuestiona en un inicio sus políticas estatales, junto con ello, la generación de acciones que beneficien a un grupo específico de la sociedad.

Esta situación es muy distante a la vivida por las Madres de la Plaza de Mayo, a quienes se les llamó locas (prostitutas) al denunciar las desapariciones de sus hijos e hijas; como respuesta a su lucha por los derechos humanos los obispos les recomendaron acudir y rezar a la Virgen María, con la esperanza de que el culto mariano las domesticara y las convirtiera en madres decentes.

En Costa Rica la dinámica es al revés, la presidente hace uso del culto mariano para desviar la atención de las carencias materiales de la población, levantar un poco su imagen, y de paso, reproducir roles de género a los cuales se recubren por la armadura de la "naturalización del mundo".

 De este modo, la implementación de esta alianza Chinchillista-Virgén de los Ángeles demuestra una vez más como la fe de las personas, sus símbolos y rituales son utilizadas, abstraídas de significado, y orientadas a la reproducción de un sistema económico culmina beneficiando a unos pocos, impidiendo así cambios reales en al definición y alternativas de comportamiento de los hombres y mujeres.

En este sentido, es importante aclarar que el contexto en el cual se sitúa la presidente puede que haya forjado un habitus alrededor de su figura, el cual ha impedido que rompa con facilidad las las representaciones genéricas; sin embargo, la oportunidad histórica para hacerlo ha pasado, y el oportunismo político en busca de levantar su imagen y evitar referirse a la situación actual del país es evidente, lamentablemente estos agostos han teñido con aires de burla y epitafio.

La preservación y estas alianzas se seguirán gestando, influyendo en la percepción de las personas para que consideren el mundo como algo natural -situación muy lejana al planteamiento de los contractualistas- decantando en la preservación de un orden económico y sexual que sigue generando cicatrices, odios y exclusión en Costa Rica.

El fatal resultado es una falsa conciencia de un cambio amparado en gobernantes que utilizan la fe a su beneficio, sutil anestesia ante el flagelo de sus acciones. La dinámica aquí denunciada de muestra como la fe puede convertirse en un instrumento de dominación para  perpetuar la condición cómoda económica y genérica de los sectores dominantes.

El culto a la Virgen presenta aquí otro rostro, el de la inversión afectiva teo-política. Pero no es una novedad. Esta clase de inversión religiosa en la Virgen de la Decencia puede datar de la conquista y no pasa de un simple caso de reproducción de una falsa conciencia. (Althaus-Reid 2000, pág. 80).

Cuanta razón tiene Francisco en la necesidad de generar una teología de la mujer, o mejor dicho, con ojos y cuerpo de mujer, que refleje las condiciones materiales que muestran las sociedades hoy por hoy. Las letras pueden ser usadas como instrumentos de cambio o látigo de dominación, más allá de quien las use, es preciso analizar su finalidad y evitar futuros engaños de quienes las usan para designar Hijas Predilectas llamadas a hacer transformaciones,  y menoprecian  a quienes viven en su día a día, las consecuencias del engaño.


Bibliografía

Althaus-Reid, Marcella. (2000).La Teología Indecente: Perversiones teológicas en sexo, género y política. Barcelona. Editorial Routkedge, Taylor y Francis Group.

martes, 12 de marzo de 2013


No me gaste las palabras: posibilidades y límites de las Crisis de Masculinidad


Podríamos esperar que las crisis de identidad genérica estuviesen ajenas a resistencias en la sociedad, o en el mejor de los casos, que los cambios culturales en la misma las potenciaran, mas todo ello no suele confabularse en un mismo contexto. La historia nos muestra de frente como estas conquistas nunca han sido posibles sin una lucha y esfuerzo previo de personas interesadas en el cambio, el día nunca acaba cuando siempre nos espera en el horizonte el amanecer; esto no es ajeno a las Crisis de Masculinidad.

Aunque las Crisis de Masculinidad suelen aparecer como un tema nuevo a inicios del presente milenio una de sus primeras expresiones se puede rastrear a mediados del siglo XVII (1650-1660), periodo en el cual se hizo presente el movimiento de las Preciosas Francesas, las cuales son consideradas  como una de las primeras expresiones de feminismo por ciertos autores y autoras. Precisamente para Badinter, las mujeres de dicho movimiento reflejaban un cambio de actitud que desafiaba los valores que definían el status social del momento, según ella la Preciosa era:

[…] una mujer emancipada, que propone soluciones feministas a su deseo de emancipación […] Reclama el derecho al saber y ataca la base de la sociedad falocrática: el matrimonio. Contra el autoritarismo del padre y el marido, las preciosas se muestran definitivamente hostiles al matrimonio de conveniencia y a la maternidad. (Badinter citada por Montesinos, 2002, p. 72,).
Esta actitud revolucionaria demandaba un comportamiento distinto por parte de los hombres, demandas que desafiaban al status quo de la época, ya que  exigían una fidelidad absoluta de los hombres, según la autora, se trata entonces de un caso que revierte la relación de dominación, ya que se recrimina la actitud violenta de los hombres, el papel dominante del marido y el rol del padre autoritario. Todo ello influenció a un pequeño número de hombres de la época denominados los “Preciosos”.

A pesar de su pequeño número, el cambio surgido en la masculinidad de los Preciosos se reflejó en las cortes europeas:

Adoptaron una moda femenina  y refinada –pelucas largas, plumas extravagantes, golillas, lunares postizos, perfumes colorete- que sería imitada posteriormente. Los hombres que se querían distinguidos convertían en una cuestión de honor  el parecer civilizados, corteses y delicados. se abstenían de mostrar sus celos y de aparentar ser unos tiranos domésticos. Lentamente, los valores femeninos progresaron entre la “buena sociedad” hasta el punto de ser dominantes durante el siglo posterior. (Badinter citada por Montesinos, 2002, p. 73).
Como se puede apreciar en ésta primera crisis, las luchas generadas por las Preciosas decantaron en una crítica severa a los valores dominantes que configuraban la masculinidad de ese siglo en Francia, no obstante, esa actitud fue duramente criticada por la corte británica, la cual defendió a más no poder la separación entre las conductas que debía exhibir un hombre de las de la mujer.

Ahora bien, del mismo modo en que las Preciosas presionaron para que lograran esas conquistas en la sociedad francesa, y teniendo como resultado una modificación de la masculinidad de ese entonces, en la actualidad hay ciertos factores/conquistas de los movimientos feministas del Siglo XX que posibilitan nuevas Crisis de Masculinidad. A continuación se describirán brevemente cuatro de estos factores, sin que eso implique un reduccionismo de todas las conquistas de los movimientos feministas, por el contrario, al ser tan amplias la luchas y conquistas, se rescataran aquellas que han influenciado de manera trascendental a las crisis que este texto hace referencia.
  
  1.      La inserción de la mujer en el espacio laboral: A principios del siglo XX las guerras mundiales y posteriores acontecimientos históricos posibilitan una mayor inserción de la mujer en el mercado laboral, en un primer momento en tareas relacionadas con la guerra y posteriormente a los conflictos se ven involucradas en el área de servicios. Ello acarrea una redefinición de la división sexual del trabajo, ya que, ahora las mujeres no estaban confinadas al espacio privado donde su labor no era remunerada. AL incorporarse a nuevos espacios se imponen nuevas condiciones, tanto económicas como a nivel de la conquista del espacio público, así, se anclan las bases materiales para su independencia respecto a la dominación masculina.


  1. 2.   La transformación de la familia nuclear: En consecuencia a lo anterior, el hombre empieza a darse cuenta que la erosión de las bases que posibilitan su dominio sobre la mujer ha empezado, incluso, su rol como proveedor único de la familia empieza a ser compartido con aquellos seres que se esperaban ser confinados a las labores del hogar, poniendo entredicho la superioridad de los hombres sobre las mujeres: inicia un cambio cultural.

Si bien es cierto no bastó con que las mujeres saliesen de su hogar a ganar un salario para una transformación radical, ni para ganar autoridad a lo interno de la familia, si se logra un malestar de los sectores conservadores de la sociedad, los cuales estigmatizaban las relaciones en donde, tanto hombre como mujer, se dedicaran a trabajar. Incluso en un primer momento la doble jornada laboral evidencia la resistencia del entorno a una liberación completa, es decir, exhibe como el autoritarismo masculino aún estaba vigente –y lo sigue estando en la actualidad, pero en un grado diferente-.

No obstante, con el pasar del tiempo, ese linchamiento social al trabajo de la mujer se transforma –y lo sigue haciendo- poco a poco, generando nuevas conductas masculinas que potencian la inserción de la mujer en el ámbito laboral, es decir, ante el cuestionamiento de la conducta masculina tradicional emergen nuevas formas de actuar por parte de los hombres.

  1. 3.      La conquista del espacio público: Como bien lo mencionan las palabras anteriores, este cambio de actitudes y formas de ver el rol de las mujeres en la sociedad generan posteriormente una conquista, no una concesión por parte de los hombres. Aclaro esto, porque el punto anterior puede interpretarse como si ante el cambio son los hombres los que dan el brazo a torcer. No, ante las conquistas las actitudes de los hombres generando graduales en la formación y reproducción de masculinidades en la sociedad. 

Ahora bien, un elemento que puede ejemplificar como se da la conquista gradual del espacio público por parte de las mujeres es su inserción en las universidades, a pesar de ello, es estos espacios se ve una división de carreras entre hombres y mujeres, predominando unos u otras en alguna de ellas, generalmente los hombres acceden a carreras donde se ejerce el poder con mayor franqueza. Es decir las identidades masculinas no se modificaron al mismo tiempo que las femeninas con sus conquistas.

En palabras de Montesinos, no necesariamente la transformación de la identidad femenina provoca un cambio inmediato en la masculina, advirtiendo como la “[…] cultura evoluciona menos rápido que la política y la economía, la identidad masculina no respondió al tiempo de la dinámica del cambio en las identidades femeninas.” (Montesinos, 2002, pág. 158), es decir, la cultura tradicional fomento resistencias en los espacios públicos donde la mujeres se fueron insertando, con el tiempo, muchas de esa resistencias y patrones de comportamiento dejaron de tener sentido.


  1. 4.       La mujer como sujeto sexual: El último factor es la revelación de la mujer a ser tratada como objeto sexual. El hecho de que el pacer sea reconocido como un derecho femenino implica que la sexualidad placentera sea un proceso que libere tanto al hombre como a la mujer del peso de una reproducción sin control alguno. La aparición de los métodos de anticonceptivos libró a las mujeres del peso de estar destinadas a procrear hijos e hijas sin control, pero a la vez liberó al hombre de la carga económica que eso conlleva. Esto, en términos de la masculinidad, tumba otro mito en donde se “es más macho en tanto se pueda procrear más hijos”.


Esta suerte de factores o fenómenos reflejan un proceso amplio de cambio social reflejado en la transformación cultural, erosionando el plano de las relaciones genéricas tradicionales, pero aún más importante para el presente texto, modificando la concepción de la masculinidad para los hombres y las mujeres, y también viceversa.
Antes de proseguir con la descripción de las Crisis de Masculinidad hay una pregunta que debe ser respondida, si bien es cierto las conquistas propiciadas por los movimientos feministas: ¿Todos los feminismos posibilitan las Crisis de Masculinidad?

¿Todos los feminismos posibilitan las Crisis de Masculinidad?

No[1], y voy a ser muy cuidadoso al abordar este aspecto. Hay dos tipos de Feminismos que pueden, en el peor de los casos inhibir la conformación de nuevas masculinidades debido a dos principales razones: no generan las condiciones óptimas o, simplemente, no se cree en la esperanza para el cambio por parte de los hombres, lo veremos un poco más detallado a continuación.

El primer tipo de feminismo es el Feminismo de la Igualdad, el cual suele ser considerado como la corriente ideológica que comenzó a tratar formalmente la condición de opresión en la cual se sometía a la mujer, no obstante el discurso de este movimiento, según Montesinos “[…] mantiene como ideal el ser masculino y por lo tanto busca identificar a las mujeres a partir de este ideal, que serían los atributos y capacidades asignados a la masculinidad.” (2002, pág. 20).

Lo anterior hay que entenderlo a partir del contexto en el cual las mujeres buscan insertarse en el mercado laboral, algunos podrían pensar que al adoptar  algunas características masculinas lo hacen con tal de ser acopladas en el medio, de la misma forma en que la palabra género sustituyo en el ámbito académico a la palabra mujer. [2]

Ahora bien el problema principal es que en un principio dicho feminismo no cuestiona el ejercicio del poder masculino, ni se plantea que los hombres se involucren en las labores del hogar, se podría decir entonces, que su planteamiento es la búsqueda de una mujer igual al hombre, siendo lo masculino lo que tiene mayor dominio, y par acceder a los espacios de poder se deben apropiar ciertas características propias de  ese género; esto, no cuestiona los factores culturales que afectan los hombres y a las mujeres, en palabras de Sandra Harding: 
“[...] piden  a las mujeres que cambien aspectos importantes de su identidad de género por la versión masculina, sin que prescriban un proceso similar de “desgenenerización” para los hombres.” (1996, pág. 48).

Ese proceso de “desgeneralización” en los hombres no es posible debido a que los factores y la posición de poder en el espacio público persigue el ideal de las características del género masculino, imposibilitando que el hombre se acerque o se interese por recuperar aspectos del espacio privado, el resultado: la Masculinidad Tradicional se mantiene intacta. No obstante, hay que comprender el contexto y las circunstancias en las cuales se dio este planteamiento, lo que se desea destacar es cómo la reproducción del mismo en el actual contexto impregnado por los 4 factores ya abordados en líneas anteriores, puede implicar un retroceso en la conformación de nuevas masculinidades.

Por otra parte, el otro tipo de feminismo que puede cerrar las puertas a una transformación en las masculinidades tradicionales, es el Feminismo de la Diferencia, el cual es visto para algunas personas como una posición extrema; su principal problema para la masculinidad: la ausencia de definición y conceptualización del hombre.

En el discurso de este tipo de feminismo se centra en la mujer, aduciendo su falta de universalidad, por ende, se considera y se estudia a la mujer de forma aislada contradiciendo lo dicho por Kimel: “[…] masculinidad y feminidad son construcciones relacionales […] nadie puede comprender la construcción de la masculinidad o de la feminidad sin que la una haga referencia a la otra.” (2002, pág. 13).

Una de las posiciones extremas dentro de este tipo de feminismo es idealizar lo femenino, y por tanto criticar y excluir lo masculino, buscando siempre una nueva conceptualización del ser mujer rompiendo los atributos otorgados por el sistema patriarcal, pero que, no se asemejen a los otorgados al género masculino, como lo hace el Feminismo de la Igualdad.

Una de sus posiciones es la búsqueda y deconstrucción del concepto de mujer logrando trascender el discurso masculino que  liga a la mujer como un “cuerpo para otros”, e otras palabras, buscan una conceptualización en donde el se mujer no gire en torno a su función reproductiva sino que se acerque a una definición en función de los campos de interacción social. Esta concepción es el esencialismo, cuyo objetivo es “[…] la revalorización de la feminidad, la cual ha sido devaluada en el discurso centrado en el hombre.” (Rossanda citada por Montesinos, 2002, p. 22).

Todo lo anterior posee reflexiones liberadoras para el género femenino, pero excluyentes para lo masculino, el cual no tiene cabida, o en el peor caso, posibilidad para su transformación liberadora, incluso, generando el rechazo de ciertos hombres a los movimientos feministas;  Butler hace una advertencia al respecto al respecto al mencionar que:

En realidad, la división en el seno del feminismo y la oposición paradójica a él por parte de las «mujeres» a quienes dice representar muestran los límites necesarios de las políticas de identidad. La noción de que el feminismo puede encontrar una representación más extensa de un sujeto que el mismo feminismo construye tiene como consecuencia irónica que los objetivos feministas podrían frustrarse si no tienen en cuenta los poderes constitutivos de lo que afirman representar. Este problema se agrava si se recurre a la categoría de la mujer sólo con finalidad «estratégica », porque las estrategias siempre tienen significados que sobrepasan los objetivos para los que fueron creadas. En este caso, la exclusión en sí puede definirse como un significado no intencional pero con consecuencias, pues cuando se amolda a la exigencia de la política de representación de que el feminismo plantee un sujeto estable, ese feminismo se arriesga a que se lo acuse de tergiversaciones inexcusables. (Butler, 2007, pág. 51).
En efecto, recientemente se ha considerado que el feminismo es una teoría liberadora tanto para la mujer como para el hombre, de este modo, la o el sujeto del cual es señalado por el Feminismo de la Diferencia es sobrepasadado, y se constituye en una esperanza para grupos no conceptualizados que sobrepasan la lógica binaria de las categorías “hombre” y “mujer”, el abanico de posibilidades es infinito, las luchas crecen cuando el o la sujeto no son limitados por el concepto.

En efecto, se deja atrás la antigua duda esbozada por Shakespeare en su obra Hamlet “Ser o no ser … He ahí el dilema”, y se sustituye por una reflexión en dónde el o la sujeto es y no es al mismo tiempo: se es cuanto existe un concepto previo al o la sujeto que lo encasilla, y no es en cuanto la definición de este concepto limita y excluye cualquier otra posibilidad de  ser. En el horizonte  está romper con las barreras, en el amanecer nuevas posibilidades para el sujeto, nuevas esperanzas y conceptos liberalizadores.

Una de estas esperanzas es la formación de nuevos tipos de masculinidad por medio de las Crisis de Masculinidad, las cuáles se abordarán a continuación.

Crisis: ¿Es un sueño o una pesadilla?

Recuerdo, y espero hacerlo bien, que en una de las clases de un curso que abordaba el tema de las crisis la profesora del mismo nos mencionó que éstas pueden potenciar un cambio radical en la persona, o por el contrario, sofocarla hasta sus límites. En el caso de las Crisis de la Masculinidad esto dependerá en qué condiciones la persona esté para afrontarlo, así como los servicios que tenga a su alcance.

Es bien sabido que en ciertos países la oferta institucional para tratar el tema de la violencia  y género en los hombres son escasas, o nulas; la atención de esta temática en el mejor escenario se da en el último recurso que pueda ofrecer la sociedad: la cárcel.
Lo señalado anteriormente es un alarmante indicador que las sociedades y gobiernos han de tomar en cuenta en aras de afrontar esta realidad, demostrando que tan comprometidos están en temáticas como la reducción de la violencia, la inequidad entre géneros, la discriminación sexual entre otros.

Ya cerrado este inesperado paréntesis, es menester señalar, o recalcar, que las Crisis Masculinas corresponden a un proceso cultural, que a partir de los años setenta específicamente ha presionado contra la Masculinidad Tradicional. Se han puesto en duda las estructuras discursivas que relacionan al hombre con características tales como el valor, la fortaleza, la racionalidad y la autoridad, este cuestionamiento no se ha detenido, por el contrario se ha profundizado, o al menos, se ha iniciado el debate en algunos sectores de las sociedades.

Este nuevo contexto señala el cambio de valores como un primer paso, no obstante, esto suele infundir temor a los sectores dominantes de la sociedad, esto lo reflejo la sociedad norteamericana en los años setenta cuando los movimientos feministas hicieron su aparición en la opinión pública, este fue, uno de los primeros cuestionamientos a actitud autoritaria del hombre, se convierte en una crítica al perfil masculino que no corresponde con las demandas de la sociedad moderna, en palabras de Kaufman: “ Lo que no está realmente en juego no es una hombría biológica, nuestro sexo, sino nuestras nociones de la masculinidad históricamente específicas, socialmente construidas e incorporadas individualmente.” (1989, pág. 19).

De este modo la erosión de las estructuras ideológicas y psicológicas que otorgan al hombre su  estabilidad emocional se manifiestan atentando contra la seguridad del sujeto; y es ahí donde el hombre empieza el camino a reconocer emociones y cualidades asignadas al género femenino, chocando con las estructuras hegemónicas de lo que representaba ser “hombre”, es decir, la Masculinidad Tradicional se pone entredicho.

El resultado, una contradicción en el hombre dónde no sabe qué papel ha de jugar, ni que incidencia tiene en el proceso de cambio cultural, este proceso abstracto se materializa en el ámbito privado, cuándo se procede a negar el reconocimiento a la autoridad asignada tradicionalmente al hombre.

Ahora, vayamos más allá de lo aparente, veamos un aspecto muy interesante: la violencia interiorizada por el hombre en el proceso de socialización. A lo largo del proceso de socialización del hombre, es decir en sus diferentes etapas, la violencia es introyectada como un mecanismo de resolución de conflictos, e incluso por más sorprendente que parezca, como una forma de expresar cariño entre pares.

Esta aparente dicotomía violencia-cariño adquiere sentido entre hombres ya que desde jóvenes se les enseña a manifestar su respeto o admiración por medios sutiles de violencia, desde golpes hasta insultos, no es de extrañarse, al menos en la sociedad costarricense, un saludo entre buenos amigos venga acompañado de algún insulto o golpe, del mismo modo que no es de extrañar esperarse que esos mismos sujetos rechazan cualquier muestra de afecto cariñosa de parte de otro hombre hacia ellos, puesto que lo ven como ajeno, incluso, extraño.

Al hombre se le enseña desde chico a ser violento para expresar sus emociones, sean estas muestras de cariño o de agresividad pura, este es un tipo de violencia promovida por un sistema patriarcal que no da vías alternas de expresión de emotividad o resolución de conflicto, resultando hiriente para los mismos involucrados aunque ellos no se den cuenta, tal como menciona Montesinos:

De tal forma que no resulta válido que es solo el género femenino el afectado al estar excluido del poder, sino que en una estructura de poder patriarcal, para los mismos hombres, la violencia resulta conflictiva, destructiva, degenerativa, etcétera, aunque sean ellos mismos quienes la ejercen. (2002, pág. 107).

Todo esto se expresa en todas las formas de violencia, desde la explicita: golpes, patadas, insultos; hasta la simbólica, esos micromachismos encarnados en el habitus[3]. Esta presencia violenta en la identidad masculina es posible debido al poder social que se le asigna al hombre simbólicamente, poder que termina siendo coercitivo, ya que va en contra del mismo individuo masculino, individuo que tiene que soportar la carga de una serie de valores depositados en él por una sociedad previa a éste.

Es así que por medio de la cultura, al hombre se deposita una serie de mensajes que expresan las actitudes y conductas para ser el hombre que la sociedad desea, así,  los límites impuestos a la identidad masculina apuntan a una serie de estereotipos: el hombre machista, paternalista, el misógino, , el fugitivo, el excéntrico, todos ellos son formas de representación de una sociedad patriarcal que hace de la vida cotidiana para hombres y mujeres un gran sufrimiento.

Esta carga impuesta a los hombres está acompañada de recompensas toleradas y promovidas por la sociedad, desde el reconocimiento social, hasta por irracional que aparezca, la colección de prendas femeninas, todo ello se confabula para consolidar la identidad del género masculino frente a la otredad definida por la sociedad patriarcal, según Butler, el cuerpo masculino frente al femenino, es negado gozando así de una libertad radical.

Ese sujeto es abstracto en la medida en que no asume su encarnación socialmente marcada y, además, dirige esa encarnación negada y despreciada a la esfera femenina, renombrando efectivamente al cuerpo como hembra. Esta asociación del cuerpo con lo femenino se basa en relaciones mágicas de reciprocidad mediante las cuales el sexo femenino se limita a su cuerpo, y el cuerpo masculino, completamente negado, paradójicamente se transforma en el instrumento incorpóreo de una libertad aparentemente radical. (2007, pág. 59).
La libertad y poder otorgado a los hombres en el ámbito público implica un costo, la renuncia a explorar características confinadas al espacio privado, actitudes negadas por el sistema patriarcal, en consecuencia, uno de las peores consecuencias que los hombres sufren en sus intentos para pagar las cuotas que reafirmen los estereotipos machistas es la censura de otras cualidades asignadas al género femenino, en el peor de los casos, estas acciones se convierten en una constante autocensura del sujeto y sus situaciones particulares.

Dichas acciones son puestas en duda, en un principio, debido a la incursión de las mujeres en el ámbito público, como ya se ha mencionado en varias ocasiones, se pone en duda el rol proveedor del hombre generando dos procesos: el inicio de la creación de las condiciones materiales para el inicio de la conquista de las mujeres del ámbito privado, y, aunque no de manera simultánea sino un poco más tardía, el inicio del cuestionamiento de la Masculinidad Tradicional.

Este segundo proceso, algunos hombres son cada vez más conscientes de los problemas y de las cadenas que el sistema patriarcal les impone; no de extrañar, que muchos de ellos se identifiquen con movimientos feministas moderados, sufriendo graves y dolorosas contradicciones entre la dicotomía moderna del pensar y sentir.[4]

Incluso, en busca de una nueva identidad genérica para la masculinidad no es de extrañar el surgimiento de grupos sociales de hombres que apuestan por la construcción de nuevas identidades masculinas. Según Ramírez citado por Montesinos:

Asimismo, a una toma de conciencia de que la ideología masculina también oprime a los hombres y que al reproducirla cotidianamente nos convertimos en nuestros propios opresores. Como resultado de dichos procesos se empiezan a gestar movimientos de hombres para reflexionar sobre sus masculinidades y se problematiza la posibilidad de construir una nueva masculinidad que no este construida a base del poder. (2002, pág. 112).
En este aspecto hay muchas posiciones respecto a las nuevas contradicciones, desde las apuestas conservadoras como la de Bly quien sostiene encontrar la verdadera esencia masculina mediante nuevas formas de ejercer el poder. Hasta las propuestas como la de Bonio, que propone desmitificar las verdades que erigen la masculinidad, en lugar de encontrar una verdadera esencia masculina, ubicándolas en un contexto histórico fomentando que los hombres no se queden presos en una identidad. Logrando así, nuevas formas de descubrimiento intra e intergénero y consigomismos.

Las transformaciones implicarán cambios en varias dimensiones de la vida cotidiana de los hombres, desde nuevas formas de  paternidad, un cambio en el ejercicio de la sexualidad, respeto a las diferentes formas de diversidad sexual, sabiendo que la nueva masculinidad es parte de ellas, no ajena, ni externa, ni vertical, sino parte de los movimientos de liberalización de las cadenas del Patriarcado.

Limitantes y temores de lo planteado


Hasta el momento se ha explorado, de manera breve, las posibilidades de las Crisis de Masculinidad, no obstante en ella se encierra un gran riesgo, la instrumentalización de la teoría de género por parte de los hombres para seguir reproduciendo la lógica patriarcal, peor aún, seguir alienado a las cadenas de su propia opresión. Analicemos esta afirmación.

Específicamente nos referimos al caso de los hombres que en conocimiento de la Teoría de Género y de sus posibilidades, la usan como discurso para someter a terceros, sean mujeres, niños, adultos y adultas mayores, a sus caprichos, ya sean sexuales, de violencia o de otra índole. Un breve ejemplo de lo anterior, el hombre que se dice tener conciencia de género y usa su discurso para someter a sus caprichos sexuales a una mujer por medio del engaño, es decir, utiliza a otra persona como objeto sexual, reproduciendo lo criticado por el discurso del cual se apropia. Esto es llamado razón de mala fe, la cual según Orwell citado por Camacho funciona de la siguiente manera:

Saber y no saber, hallarse consciente de lo que realmente es verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella […] olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a le memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al proceso mismo. Esta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado una autogestión.  (1983, págs. 19-20)

En otras palabras es instrumentalizar la razón, Según Camacho, la Escuela de Francfort utiliza el término razón instrumental para designar la utilización inmediata y atomizada de la capacidad intelectual del ser humano, haciendo posible la alienación del o la sujeto, al respecto el autor menciona:

Se refiere entonces a esa interiorización de la alienación de la que hemos venido hablando, en la medida en que la incapacidad de buscar la superación de la contradicción hace que la mente se esclavice en lo inmediato, en lo penúltimo, lo que tiene función de medio y no de fin. (pág. 18).
Así, al Teoría de Genero, en lugar se der un mecanismo para la liberalización de los hombres y de las mujeres, se convierte en un instrumento para satisfacer, y sostener la posición privilegiada que el Patriarcado le otorga a la Masculinidad Tradicional. Lo que es mucho peor, renuncia a las posibilidades de su propia libertad y azota con las propias cadenas  del patriarcado a terceros que sufren en carne propia peores formas de discriminación y violencia, se convierte en un agente violento y esclavizador de si mismo y de los demás.

Dicha actitud es cobarde, debido a que el agente de estas acciones se muestra conforme con su posición en la sociedad patriarcal y usa una doble máscara para seguir reproduciendo su dominación. Es lamentable, puesto que termina dándole la razón al mismo sistema que lo oprime.

Esta aclaración, que tiene un poco de denuncia, puesto que en el diario vivir es común y factible estos escenarios. De este modo, y para continuar en la lucha no es válido hacer de la Teoría de Género un discurso para satisfacer necesidades propias, doblegando a tercereas personas. De ser así la vergüenza del acto mismo nos ha de marcar profundamente ya que usamos las mismas cadenas que nos esclavizan para infligir daño. La esperanza del cambio no se confina a la esclavización propia.

A estas personas les comparto las siguientes palabras de Benedetti en forma de denuncia:



“No me gaste las palabras
no cambie su significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro.

No me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución.”






Bibliografía


Bourdieu, P. (1993). El Sentido Práctico. Madrid: Taurus.
Butler, J. (2007). EL Género en Disputa. Barcelona, España: Editorial Paidos.
Camacho, L. (1983). Razón en la Revolución y Revolución en la Razón. En L. Camacho, M. Freund, H. Gallardo, & E. Ramírez, Conocimiento y Poder (pág. 123). San José, Costa Rica: Editorial Nueva Década.
Harding, S. (1996). Ciencia y Feminismo. Madrid, España: Ediciones Morata.
Kaufman, M. (1989). Hombres. Placer, poder y cambio. Santo Domingo: CIPAF.
Montesinos, R. (2002). Las Rutas de la Masculinidad. Barcelona, España: Editorial Gedisa.
Popper, K. (1977). La lógica de la Investigación Científica. Madrid, España: Ed Tecnos.









[1] Debatible, ojalá se habrá debate con esta respuesta.
[2] Este aspecto ya fue abordado en la entrada “Feminismo y Masculinidad: El inicio de la Crisis.”.
[3] [3] Al respecto Bourdieu señala: “Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predis-puestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y re-presentaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente «reguladas» y «regulares» sin ser el producto de la obediencia a reglas, y, a la vez que todo esto, colectivamente orquestadas sin ser producto de la acción organizadora de un director de orquesta” (1993, pág. 93)

[4] Dicha dicotomía en la modernidad es afianzada por los planteamientos de Popper, aunque sean escritos haciendo referencia al campo de la producción de conocimiento, los mismos tienen relevancia en el presente texto debido a que la subjetividad, las emociones han de ser suprimidas en aras de generar una aproximación racional a la realidad, ese, mal llamado psicologismo, para el autor, no tiene cabida con las características racionales de la ciencia. De uno u otro modo, la ciencia prosigue aspectos patriarcales debido a que la racionalidad es una característica asignada al género masculino, su contraparte, la expresión de sentimientos y emociones, asignadas a l género femenino son suprimidas. Ejemplo de ello son las siguientes palabras: “Si lo que se trata de reconstruir son los procesos que tienen lugar durante el estímulo y formación de inspiraciones, me niego a aceptar semejante cosa como tarea de la lógica del conocimiento: tales procesos son asunto de la psicología empírica, pero difícilmente de la lógica. […] En la medida en que el científico juzga críticamente, modifica o desecha su propia inspiración, podemos considerar […]que el análisis metodológico emprendido en esta obra es una especie de “reconstrucción racional” de los procesos intelectuales correspondientes.” (Popper, 1977, pág. 31)